Seguros y apuestas, ¿qué tienen en común?
A simple vista se podría decir que un seguro de vida y una apuesta no tienen nada que ver, ¿verdad? No podemos apostar sobre si vamos a tener un percance o sobre nuestra propia muerte, al menos de forma legal. Sin embargo, los seguros, aunque no lo hacen, sí que trabajan con las posibilidades que tenemos de fallecer. Lo cierto es que los seguros y las apuestas tienen más que ver de lo que solemos imaginar.
Los seguros y las apuestas tienen bastante en común
Lo que hemos introducido en el párrafo anterior sirve para comprender que los seguros de vida y las apuestas tienen bastantes cosas en común, sobre todo, desde el punto de vista económico. En los dos casos se pacta el pago de una cantidad de dinero a un beneficiario dependiendo de lo que suceda en un futuro. Es decir, se trabaja con las probabilidades.
Lo que los diferencia principalmente es el aspecto legal y cultural pues ni en uno ni en otro ámbito son comparables los seguros y las apuestas. Mientras que los seguros se consideran un producto de interés público con un objetivo económico preventivo, el juego de azar tiene un componente de ocio. Los seguros, de hecho, son obligatorios en algunos casos, como seguro que ya sabes. (Seguro de responsabilidad civil para empresas, seguro de automóvil, etc.).
Una historia compartida
Algunas formas de seguro bastante primitivas ya habían nacido cuando en el año 1687, en Tower Street, en una zona cercana a los muelles de Londres, una cafetería abrió sus puertas.
Por esta época, sobre todo se aseguraban los barcos, que eran uno de los pilares económicos. Generalmente los mercaderes recibían dinero para financiar los viajes del barco, pero si naufragaban no tenía que devolver el préstamo. Esto dependía del país ya que había distintas maneras de gestionar este primario seguro.
La cafetería empezó a volverse muy popular. Allí se reunían los clientes para disfrutar de buen café, pero también para cotillear sobre lo que pasaba en Londres: si ejecutaban a tal o cual navegante, si tal o cual barco llegaba a puerto, etc. Y del cotilleo pasaron a las apuestas.
El dueño de la cafetería, llamado Lloyd’s, se dio cuenta de que sus clientes adoraban tanto el café como la información que les permitía argumentar sus apuestas, así que creó un boletín llamado «La lista de Lloyd’s» donde publicaba todo lo que su red de informantes le contaba.
En esta cafetería comenzaron a subastarse barcos y también a asegurarse. Allí mismo se redactaban los contratos donde el asegurador firmaba como suscriptor. Poco a poco, empezó a hacerse difícil definir el límite entre lo que eran las apuestas y los seguros.
80 años después de la apertura de la cafetería, un grupo de aseguradores habituales de la misma formaron la Sociedad Lloyd’s, uno de los nombres más famosos hoy en día en la industria de los seguros.
Derivados financieros: entre asegurar y apostar
Actualmente existen formas de realizar negocios que confunden los límites entre lo que es asegurar y apostar. El mercado de los derivados financieros es un ejemplo.
Un derivado financiero es un contrato que permite a dos partes que apuesten por algo que puede ser muy variado: el clima, el precio de los cereales, las fluctuaciones del tipo de cambio, etc.
Estos derivados pueden funcionar como una forma de seguro. Por ejemplo: si una empresa de cultivo de trigo apuesta por medio de un derivado financiero a que el precio del trigo caerá y este finalmente lo hace, se estaría protegiendo. Claro que las ventajas no son las mismas y las diferencias están claras. Es una apuesta que funciona como un seguro, dicho de una forma muy simplificada, y no un seguro que funciona como un medio preventivo.
¿Cuál es el límite entonces entre los seguros y las apuestas?
Por definición los seguros y las apuestas no son lo mismo, y tampoco funcionan de la misma manera, aunque en compartan cosas en común. Sí, los seguros trabajan con el azar, como las apuestas, pero su objetivo es muy concreto. Las apuestas pueden funcionar como un seguro, pero sus beneficios no están tan definidos como lo están en un producto maduro como sí es el seguro. Al César, lo que es del César.
Si tú no quieres apostar tu futuro, asegúrate con una correduría de seguros como Nogal. Tu seguridad, nuestro compromiso.